El Centro Magdala, con su iglesia Duc In Altum y su Parque Arqueológico, cumplen 10 años, y miles de peregrinos y curiosos han pasado por los lugares donde probablemente creció María Magdalena, lugares que pisarían los apóstoles y por su sinagoga del siglo I junto al Mar de Tiberíades, que sin duda Jesús visitó y en la que muy probablemente predicó.
En 2014, el Papa Francisco peregrinó a Tierra Santa, y allí bendijo el Sagrario de la iglesia Duc In Altum que sería consagrado apenas unos días después. El Padre Juan Solana le explicó al Papa que sería un santuario donde el papel de la mujer como evangelizadora y discípula sería muy importante. «¿Qué sería de la Iglesia sin las mujeres?», dijo entonces el Papa.
En esta década, Magdala se ha convertido en un centro espiritual que ha animado a orar por la sanación y perdón en las mujeres heridas, para orar por la reconciliación entre madres e hijas, entre hijos y madres, entre esposos, y para reconocer a las grandes evangelizadoras del pasado y a las mujeres que hoy, en la vida cotidiana, en sus familias o en ministerios generosos, también son evangelizadoras y discípulas de Jesús.
»Lo que sí hemos podido experimentar son miles de celebraciones eucarísticas, bautismos, matrimonios, confirmaciones, confesiones, horas eucarísticas, meditaciones y visitas guiadas», dice Juan Solana al repasar estos diez años.
»Cada vez que se explica el Duc In Altum se evangeliza, se reviven escenas y pasajes del evangelio, y la acción del Espíritu Santo es palpable«. A muchos les impresiona el altar con forma de barca, con el lago de Galilea de fondo. A otros, la imagen de la mujer, quizá la hemorroísa, que intenta tocar la borla del manto de Jesús. O la curación de la hija de Jairo. Las escenas bíblicas, y la figura de María Magdalena, sacuden a los visitantes.
También impactan los hallazgos arqueológicos: Jesús casi seguro estuvo en esa sinagoga, y muchos galileos que le escucharon y se quedaron impactados por Él. A muchos les toca el corazón cómo Jesús curó a mujeres, y acuden para orar por mujeres queridas que requieren su ayuda divina.
Al crecer el número de peregrinos, Duc In Altum ahora reflexiona sobre el mantenimiento y adecuación de sus instalaciones. El restaurante definitivo y la nueva residencia sacerdotal, objetivos de 2024, han quedado paralizados por la nueva guerra. Pero muchas personas van a celebrar el aniversario en Puebla, México, del 25 al 28 de julio, en «una gran fiesta de fe, de música y de comunidad».
Una iglesia especial
Un fruto de estos diez años de esfuerzos en Magdala es la iglesia Duc in Altum («Entra mar adentro»). Las normas locales no permitían edificios de más de 7,2 metros de altura, así que se hizo un diseño original: dos atrios, uno exterior y otro interior de forma octagonal (dedicado a la temática de la mujer) con cuatro capillas en sus lados y una capilla principal.
El «atrio de las mujeres cuenta con un baptisterio al centro y con 8 columnas que rodean ese espacio interior, cada una con el nombre de una mujer del evangelio, excepto una que representa a todas las mujeres del mundo. Están ligadas por una cenefa de mosaicos en el piso que es igual a la que se encontró en el suelo de la sinagoga del siglo I, a pocos metros. Soportan una cúpula que pintó la artista María Jesús Ortiz con las manos orantes de la Virgen de Guadalupe. Está bordeada por una viga con una leyenda en latín.
Cada una de las cuatro capillas tiene mosaicos en su ábside con temas de los hechos de la vida de Jesús acaecidos alrededor del Mar de Galilea: «Jesús expulsando a los 7 demonios de María Magdalena», «Jesús caminando sobre las aguas» -tomando a Pedro del brazo-, «Jesús resucitando a la hija de Jairo» y «Jesús llamando a los primeros apóstoles».
La capilla principal está situada inmediatamente después del atrio de las mujeres. Al fondo se encuentra el altar en forma de barca, con un arco de vidrio detrás, donde la vista se pierde en el Mar de Galilea. Por fuera, un espejo de agua que, junto con el mármol que simula agua sobre el que está el altar, forman una unión con el mar. Doce columnas en los lados simbolizan los doce apóstoles y la Iglesia.
En un nivel inferior, como una cripta, hay una sala especial que llaman la Capilla del Encuentro. Es similar a como sería una sinagoga antigua, y puede ser un lugar de oración interreligioso, donde creyentes de distintas fes pueden orar. Las piedras con las que se hizo la plaza del mercado de Magdala en el siglo I se han reutilizado, muchas en su posición original, en esta capilla. Son piedras por las que probablemente caminaron y negociaron los apóstoles pescadores.
Los arqueólogos fueron los primeros
La arqueóloga Marcela Zapata Meza recuerda que aunque la iglesia se inauguró en 2014, los arqueólogos empezaron a excavar y atraer curiosos cuatro años antes, en verano de 2010. Siendo mexicanos, colocaron una sencilla bandera de México, y autobuses turísticos que recorrían la orilla del Mar de Galilea se detenían atraídos por la bandera.
«Tanto arqueólogos como voluntarios nos acostumbramos a trabajar entre turistas y peregrinos que pasaban y se detenían a ver lo que estábamos descubriendo; nuestro trabajo estuvo rodeado del interés de todas esas personas, e incluso, nos permitió enseñar la labor de un arqueólogo porque literalmente, nos veían con pico, pala, cucharilla y brocha, sacando cubetas, cargando piedras y descubriendo objetos. Era maravilloso ver las caras de los visitantes cuando algún voluntario gritaba “¡moneda!” o cuando sacaban de entre la tierra una lámpara de aceite o una olla; las reacciones de asombro, sorpresa y curiosidad nos alentaban a seguir adelante».
Los arqueólogos descubrieron la sinagoga del siglo I que casi seguro visitó Jesús y las calles y puerto del siglo I, donde sin duda acudieron los apóstoles pescadores a negociar. Constataron que Magdala era un lugar rico, comercial y muy activo en tiempos de Jesús.
La experiencia de los voluntarios
Por Duc In Altum han pasado muchos voluntarios jóvenes cristianos, a menudo ligados al movimiento Regnum Christi, o a otras realidades juveniles. Allí han colaborado en tareas culturales, evangelizadoras o arqueológicas. Ana Laura, de 22 años, natural de Guanajuato (México) estuvo allí en julio de 2023, un mes. «En Tierra Santa el tiempo es diferente, entregada al cien por ciento a Dios; los minutos no pasan como estamos acostumbrados», asegura.
«Ser voluntaria implica amar, es encontrarte con una comunidad de voluntarios que desde antes que llegaras a la casa, ya te recibía como uno de ellos, éramos una familia y lo seguimos siendo. Múltiples nacionalidades reunidas, que habían cruzado océanos para ayudar en lo que fuera que los necesitarán, en busca de un encuentro personal con Jesús entregando el corazón», detalla. «Tener la oportunidad de acompañar a tantos peregrinos al encuentro de un Dios que es amor, es capaz de llenar el corazón y de recargar de energía cualquier batería desgastada. Es una mirada con cariño a todo aquel hermano que camina en esta tierra con los ojos bien puestos en el cielo».
El papel de los pioneros
El padre Cristobal Vilaroig, legionario de Cristo, escribe en la web de Magdala que ya en 1967 los franciscanos que contemplaban los terrenos adyacentes sabía que serían un lugar fértil para la arqueología. En 1971 los padres franciscanos Virgilio Corbo y Stanislao Loffreda comenzaron a excavar y descubrieron el puerto helenístico y romano de Magdala (siglos II a.C. a II d.C.), con su adyacente plaza flanqueada por cuatro monumentales pórticos. Junto a esta plaza había un complejo de termas romanas, con un mosaico en el que se podía ver representado, entre otras cosas, un barco del s. I.
Cerca había unos baños rituales judíos (miqve), y en ese contexto se hallaba un elegante edificio cuadrado que el P. Corbo pensó que era una “minisinagoga”, aunque hoy aún no está clara su función. En el extremo sur del terreno y en parte ya fuera de él, los arqueólogos descubrieron los restos de un monasterio bizantino (ss. V-VII d.C.), con varias habitaciones decoradas por pavimentos de exquisitos mosaicos.
Además, justo fuera del portón de su terreno, los franciscanos encontraron los restos de lo que podría ser la iglesia del monasterio: aunque le faltaba el típico ábside semicircular, se trataba de un edificio de tres naves, y esparcidos por él se hallaron restos de un cancel (comulgatorio). Excepto esta supuesta iglesia, que por estar fuera de su propiedad hubo de ser cubierta de nuevo, todos los demás hallazgos se pueden admirar hoy visitando el parque arqueológico de los padres franciscanos, adyacente a Magdala.
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