Con fecha 2 de febrero, el Papa se dirigió a los judíos de Israel para expresarles sus sentimientos de cercanía ante las nuevas olas de antisemitismo que surgen en el mundo tras la masacre terrorista de Hamás el 7 de octubre y la posterior respuesta israelí en Gaza.
Contra cualquier forma de antisemitismo y antijudaísmo
Francisco transmite, con el resto del mundo, su «aprensión y dolor» por lo que sucede en «la tierra que ha sido testigo de la historia de la Revelación«. La guerra ha producido en la opinión pública mundial actitudes «que a veces desembocan en formas de antisemitismo y antijudaísmo«. El sentido de su misiva es «reiterar» lo que sus predecesores «han dicho claramente en varias ocasiones: la relación que nos une a vosotros es especial y singular, sin oscurecer nunca, por supuesto, la relación que la Iglesia tiene con los demás y el compromiso también con ellos».
En consecuencia, la Iglesia «rechaza toda forma de antijudaísmo y antisemitismo, condenando inequívocamente las manifestaciones de odio hacia los judíos y el judaísmo como pecado contra Dios«.
«Mi corazón está cerca de vosotros, de Tierra Santa, de todos los pueblos que la habitan, israelíes y palestinos, y rezo para que el deseo de paz prevalezca sobre todos», insiste Francisco: «Quiero que sepáis que estáis cerca de mi corazón y del corazón de la Iglesia… Os abrazo a todos y cada uno de vosotros, y especialmente a los que os consumen la angustia, el dolor, el miedo e incluso la rabia».
El Papa pide a Dios Padre que «ponga fin a la guerra y al odio, a estos ciclos interminables que ponen en peligro al mundo entero» y reza por el regreso de los rehenes que siguen en poder de Hamás.
La guerra que promueve el Maligno
«Nunca debemos perder la esperanza en una paz posible», sino «hacer todo lo posible por promoverla, rechazando toda forma de derrotismo y desconfianza. Debemos mirar a Dios, única fuente de esperanza cierta». Francisco evoca lo que dijo en los Jardines Vaticanos el 8 de junio de 2014, señalando al responsable último de la guerra: «Más de una vez hemos estado al borde de la paz, pero el Maligno, utilizando diversos medios, ha conseguido bloquearla«. De ahí la necesidad de oración, porque para vencer a ese enemigo «necesitamos la ayuda de Dios».
El Papa concluye abogando por «relaciones capaces de abrir nuevos horizontes de luz para todos, israelíes y palestinos por igual«: «Judíos y católicos debemos comprometernos en este camino de amistad, solidaridad y cooperación en la búsqueda de caminos para reparar un mundo roto, trabajando juntos en todas las partes del mundo, y especialmente en Tierra Santa, para recuperar la capacidad de ver en el rostro de cada persona la imagen de Dios en la que hemos sido creados».